Inspiración: ir al encuentro de las musas
Cuando pronunciamos o escuchamos la palabra INSPIRACIÓN asociamos un algo positivo o algo deseable: “Me siento muy inspirada” o “Necesito encontrar algo que me inspire”.
Estos sencillos ejemplos denotan que la inspiración tiene que ver con una conexión o desconexión von lo VITAL. Si nos sentimos inspirados, nos sentimos animados (dotados de alma).
Por el contrario la falta de inspiración se emparenta con la sensación de letargo, con la aridez.
Esta relación entre la inspiración y la vitalidad yace en el sentido primario del verbo inspirar (latín inspirare = in: hacia adentro, spirare: respirar), que designa el ingreso de aire del exterior al interior del organismo.
Biológicamente es tan simple como esto: si no inspiramos no vivimos.
Ahora, todos poseemos también una parte intangible que habita el cuerpo. Eso que nos constituye como individuos y nos da la capacidad de pensar y sentir: Llamémosle espíritu, alma o psiquis.
En este sentido también necesitamos INSPIRARNOS para vivir.
Solo que aquí ya no nos referimos a ingresar aire a los pulmones, sino a ingresar estímulos que alimenten nuestro intelecto y nuestra alma.
¿Qué es lo que nos proporciona esa INSPIRACIÓN?
Los antiguos griegos contestaron esta pegunta, a través de la figura de las MUSAS. Seres divinos cuya función es traer a la mente de los mortales, tanto las ideas a expresar, así como también la forma de hacerlo con belleza. La potencia de este mito ha sido tal, que en la cultura occidental hasta hoy invocamos a las MUSAS cuando necesitamos de inspiración.
Y cuando sentimos que no responden a nuestro llamado y no bajan a nuestras casas, estudios u oficinas, entonces salimos a buscarlas.
Las MUSAS pueden estar en cualquier lado.
Cada uno de nosotros las encontrará en lugares, personas y actividades diferentes. Es parte del autoconocimiento saber dónde se ubica nuestro propio monte Parnaso (dentro del mito el lugar donde ellas habitaban).
Sin embargo existen también espacios paradigmáticos y colectivos donde ir a su encuentro. Me refiero a los santuarios erigidos en su nombre, los MUSEOS.
Los museos como institución tienen sus raíces en la cultura europea-occidental, entre los siglos 18. y 19. Con esto su origen debe ser entendido dentro del pensamiento eurocentrista, así como su expansión a múltiples partes del mundo, como efecto del colonialismo occidental.
“Aprende a ver las luces y la sombras de cada cosa”, me susurraron hace mucho tiempo las musas. Transito y trabajo en los museos, siguiendo esa guía. Trato de mantener mis ojos abiertos para detectar las sombras, sin que eso me impida gozar de las luces.
Los MUSEOS atesoran infinidades de creaciones que testifican la vitalidad de ese algo intangible que nos habita. Desde tiempos inmemorables y en todos los rincones del mundo, mortales como nosotros, han tenido la INSPIRACIÓN para idear, expresar y crear.
Entrar a un museo es resonar con todos esa INSPIRACIÓN.
Por eso realmente creo que si necesitamos salir a encontrarnos con las MUSAS, ir a los museos es un buen comienzo.